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sábado, 9 de julio de 2011
Las Vírgenes Juradas de Albania
[Joshua Zumbrun] Un director de Rockville describe la antigua costumbre que libera y limita a las mujeres a la vez. El sacrificio de las
‘vírgenes juradas' de Albania.
Cuando la periodista y escritora albanesa Elvira Dones viajaba por las montañas del norte de Albania, le pidió ayuda a alguien que pensaba que era un hombre que cruzaba en su mula una aldea, con el rifle al hombro.
Tras la conversación, su guía le susurró: "Ese es uno de ellos".
Tras la conversación, su guía le susurró: "Ese es uno de ellos".
Dones, que vive en Rockville, se había topado con un practicante de una antigua tradición albanesa en la que las mujeres juran solemnemente permanecer vírgenes toda la vida a cambio del derecho de vivir como hombres. El proceso no es quirúrgico: en estas montañas apenas si se sabe que es posible cambiar de sexo quirúrgicamente. Más bien, las vírgenes juradas se cortan el pelo y llevan los holgados atuendos masculinos y trabajan en oficios de hombres, como pastores o camioneros e incluso líderes políticos. Y los que están a su lado -pese a saber que las vírgenes juradas son mujeres-, las tratan como a hombres.
A ojos modernos, la idea de que una mujer renuncie al amor y viva como hombre para controlar su propio destino parece primitiva. Pero quizás en el contexto de una cultura de cuento de hadas, una cultura de antes del feminismo, pueda ser visto como progresista. La existencia de vírgenes juradas revela, aunque sea incipiente, la creencia cultural de que una mujer puede hacer los mismos trabajos que un hombre.
"¿Por qué vivir como hombre?", se preguntó a sí misma retóricamente una de estas vírgenes, Lule Ivanaj, en un documental subtitulado en inglés, ‘Sworn Virgins', que hizo Dones sobre las mujeres para un canal de televisión suizo. Ivanaj se ve como hombre entrado en los cincuenta, de pelo corto, robustos brazos y una ancha pulsera de metal en una muñeca. "Porque aprecio mi libertad. Supongo que nací antes de tiempo".
Dones, 47, se enteró de las vírgenes juradas hace veinticinco año de boca de sus compañeras en la universidad en Tirana, la capital de Albania. La práctica se remonta al menos al siglo quince, cuando las tradiciones de la región fueron registradas por primera vez, según Dones. Las vírgenes juradas surgieron para emergencias: Si moría el patriarca de la familia y no había otro hombre para reemplazarlo, se necesitaba la regla de que una mujer podía en ese caso asumir la jefatura de la familia.
Cuando Dones estaba en la universidad, el país era controlado por el dictador comunista Enver Hoxha, que lo gobernó durante más de cuarenta años, hasta su muerte en 1985. Dones quería contar la historia de las vírgenes juradas, pero el régimen controlaba fuertemente a la prensa y no se permitía viajar al norte del país.
En 1988, Dones -entonces periodista en el canal de televisión del estado- huyó, en parte por frustración con el gobierno de su país. Se mudó a la región de habla italiana de Suiza, donde trabajó para la televisión suiza y escribió novelas.
Hace tres años se mudó a Rockville, donde continúa escribiendo y haciendo documentales para la televisión suiza. Ahora, tras escribir ocho libros de ficción, es una popular novelista en Italia y Albania; su novela más reciente, publicada este año en italiano y albanés, gira sobre una mujer de 34 años llamada Hana, que termina lamentando su decisión de vivir como virgen jurada. Para su libro, Dones investigó la tradición, que ha sido documentada por historiadores y sociólogos. Pero hasta hace poco no había visto nunca a una virgen jurada, excepto ese breve e involuntario encuentro con la virgen del rifle mientras hacía un documental sobre otro tema.
"Estaba feliz con la novela, pero quería verlas", dice Dones. "Estaba obsesionada por ellas".
Así que el año pasado Dones viajó para reunirse con ellas. En Albania sólo quedan de treinta a cuarenta vírgenes juradas, dice Dones, quizás con algunas más en las montañas aledañas de Kosovo y Serbia y Montenegro. Dones entrevistó a doce, de ancianas hasta chicas en los veinte. El documental fue emitido este año en la televisión suiza y ha sido aceptado por el Festival de Cine de la Mujer de Baltimore, que tendrá lugar en octubre. También está disponible a través de Dones Media, la compañía de producción con sede en Estado Unidos de la que Dones es copropietaria con la televisión suiza.
Durante toda la historia moderna, en las montañas del norte de Albania las mujeres han gozado de muy pocos derechos. No pueden votar en las elecciones locales, no pueden comprar tierras, se les prohíbe el acceso a un montón de oficios; en muchos establecimientos incluso ni siquiera pueden entrar. Un antiguo puñado de leyes llamado Kanun todavía se utiliza en el gobierno de la región. El Kanun dice: "Una mujer es un saco hecho para aguantar".
Otras prácticas tradicionales del norte fueron suprimidas por los comunistas, pero los políticos en Tirana simplemente nunca se preocuparon de si una mujer en las miserables y remotas montañas quería vestirse y trabajar como hombre.
Con los años las mujeres se convierten en vírgenes juradas por diferentes motivos. Algunas prestaban el juramento cuando moría el patriarca de la familia. Otras juraban motivadas por un feroz espíritu de independencia, y otras porque es el único modo de eludir un matrimonio convenido sin hacer caer en desgracia a la familia del novio elegido. El juramento se prestaba tradicionalmente frente a los viejos del pueblo, aunque algunas lo hacían en privado.
Una virgen que Dones entrevista en el documental, Shkurtan Jasanpapaj, llegó a ser la secretario local del Partido Comunista, el más alto cargo en su región. Estaba al mando de todos los hombres, y aunque ellos sabían la realidad de su anatomía, ejercía su autoridad sin discusión.
Interrogada sobre si se sentiría restringida en el matrimonio, la virgen Ivanaj responde:
"Absolutamente. Más como aplastada que limitada... Aunque haya amor y armonía, sólo los hombres tienen el derecho de decidir. Yo quiero igualdad total o nada".
"Yo quería contar sus historias y respetar el modo en que las contaron", dice Dones. "Encontré en ellas un extremo sentido de la belleza. No son amargadas. Relatan sus historias con mucha dignidad... Se sienten cómodas en su papel".
Pero las vírgenes del documental de Dones reconocen que ese estilo de vida implica muchos sacrificios. Las mujeres pueden disfrutar de los derechos de los hombres, pero se les niega la femineidad. Nunca conocerán el placer de tener un compañero para toda la vida ni podrán tener hijos.
Sanie Vatoci, 50, que prestó su juramento cuando era adolescente y su padre había muerto, cuenta que ella poco a poco llegó a lamentar la vida que lleva ahora como solitaria conductora de camiones.
"Miraba a otras parejas que leían libros y miraban películas y me empecé a preguntar: ¿Por qué no tengo pareja? ¿Por qué me comporto como hombre?", dice Vatoci. "Debe haber algún hombre para mí".
Pero puede ser demasiado tarde para ella. Aunque el cine y la televisión penetran se han introducido en el norte de Albania, aunque las tradiciones mueran lentamente, Vatoci no podría nunca renunciar a su juramento, dice. Romper el juramento se castigaba con la muerte, y aunque Dones duda que ese castigo se aplique hoy, una virgen jurada desflorada sería de todos modos evitada, dice. Ciertamente no será nunca aceptada como mujer.
Ahora bajar de las montañas es más fácil para la gente. Viajar ya no se restringe. La ciudad llama. Y justo cuando muchos miembros de la nueva generación abandonan sus tierras ancestrales por la vida moderna, la vida moderna fluye gota a gota hacia las montañas. La opción entre ser mujer y tener los derechos de los hombres ya no es absoluta.
"Pregunté a las niñas de la región qué pensaban de las vírgenes juradas", dice Dones. "Dicen que las respetan, pero que nunca seguirían su ejemplo. No ahora".
Sanie Vatoci, la camionera, ha solicitado emigrar a Estados Unidos, donde desde hace siete años vive su hermana, y quizás allí, se imagina Vatoci, podría empezar de nuevo.
"Siente profundamente que lo que necesita es amar a alguien", dice Dones. "Y, por supuesto, no está loca. Sabe que quizás nunca encuentre a un hombre. Y quizás no podrá nunca empezar de nuevo a los cincuenta".
Aunque Vatoci no habla inglés, tiene las "habilidades de los hombres" y Dones piensa que podría surgir en Estados Unidos: "Fue a la escuela para ser mecánico de camiones. Sanie es un tipo rudo".
Albanesas que viven como hombres
Por DAN BILEFSKY | KRUJE, Albania
Pashe Keqi recuerda el día en que decidió convertirse en hombre, hace ya casi 60 años. Se cortó sus rizos largos y oscuros, cambió su vestido por los pantalones de su padre, se armó con un rifle de caza y renunció al matrimonio, los hijos y el sexo.
Durante siglos, en la cerrada y conservadora sociedad rural del norte de Albania, cambiar de sexo se consideraba una solución práctica para una familia con escasez de hombres.
Su padre murió en un duelo a muerte y no había ningún heredero varón. Siguiendo la costumbre, cuenta Keqi, de 78 años, hizo un voto de virginidad para toda la vida. Vivió como un hombre, el nuevo patriarca, con todas las características de la autoridad masculina, incluso la obligación de vengar la muerte de su padre.
Dice que hoy no lo haría, porque la igualdad sexual y la modernidad han llegado hasta Albania. Las chicas albanesas ya no quieren ser chicos. Sólo quedan Keqi y otras 40 vírgenes juradas.
“Antes, era mejor ser un hombre porque se consideraba que una mujer y un animal eran lo mismo”, dice Keqi, que tiene una voz chillona de barítono, se sienta con las piernas abiertas de par en par como un hombre y disfruta bebiendo un trago de raki, licor anisado local. “Creo que hoy sería divertido ser mujer”.
La tradición de la virgen jurada se remonta al Kanun de Leke Dukagjini, un código de conducta trasmitido oralmente entre los clanes del norte de Albania por más de 500 años. Según el Kanun, el papel de la mujer está estrictamente limitado: cuidar a los niños y mantener el hogar. Mientras que la vida de una mujer vale la mitad que la de un hombre, una virgen vale lo mismo: 12 bueyes.
Si el patriarca fallecía sin herederos masculinos, las mujeres solteras de la familia podrían encontrarse solas e impotentes. Al hacer el voto de virginidad, podían ser cabeza de familia, llevar un arma, poseer propiedades y moverse libremente.
Pasaban sus vidas en compañía de otros hombres, aunque la mayoría conservaba su nombre de mujer. Nadie se burlaba; las aceptaban en el ámbito público e incluso las alababan. Para más de una era la forma de reafirmar su autonomía o de evitar un matrimonio concertado.
“Deshacerse de su sexualidad y hacer la promesa de seguir vírgenes era el modo que tenían de acceder al ámbito público en una sociedad segregada y dominada por varones”, explica Linda Gusia, catedrática de estudios sobre sexo en la universidad de Pristina, Kosovo.
Los sociólogos señalan que no debe confundirse el juramento de permanecer virgen con la homosexualidad, un tabú arraigado en la Albania rural. Y las mujeres tampoco se sometían a operaciones de cambio de sexo.
Keqi, llamada pasha (señor) en su hogar, relata que decidió convertirse en el hombre de la casa a los 20 años.
Sus 4 hermanos se opusieron al Gobierno comunista de Enver Hoxha y fueron encarcelados o ejecutados. Era la única manera de mantener a su madre, a sus 4 cuñadas y a los 5 niños de éstas.
“Era completamente libre como hombre porque nadie sabía que era una mujer”, recuerda Keqi. “Podía ir a donde me diera la gana y nadie se atrevía a insultarme porque podía darles una paliza. Sólo estaba con hombres. No sé cómo hablan las mujeres. Nunca he sentido miedo”.
“Ahora hombres y mujeres son casi iguales”, dice Caca Fiqiri, cuya tía Qamile Stema (88 años) es la última virgen jurada de su aldea. “Respetamos mucho a las vírgenes juradas y las consideramos como hombres por su gran sacrificio”.
Quedan pocas mujeres como Qamile Stema, de 88 años, que hizo un voto de virginidad cuando era joven para vivir como un hombre y ser tratada como tal. |
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