La guerrilla diferencia a secuestrados de retenidos de guerra. Los primeros son civiles y los segundos, miembros de la fuerza pública que han sido detenidos por ellos tras combates. Bajo la concepción de la guerrilla en Colombia se vive una guerra civil no declarada; pero sólo si el Estado Colombiano admitiese esto, la figura del secuestro desaparecería así como el título de terrorismo o de terroristas, tal como indica el Derecho Internacional Humanitario.
De ahí que la guerrilla hable de un intercambio humanitario, el cual puede darse cuando se les da éste reconocimiento, y que cuando han accedido a realizar liberaciones de forma unilateral o cuando ellos mismos las han promovido, ha sido como muestra voluntaria de su parte por una salida pacífica al conflicto en Colombia, basado en el intercambio humanitario. Por ello las liberaciones unilaterales, mayoritariamente, han sido de miembros de la fuerza pública, y cada vez que resultan, estas instituciones asisten a recibir a sus miembros.
Pero las instituciones son conocedoras de que estos miembros, que han permanecido por largos años con sus captores, observando y viviendo directamente su disciplina en lo militar, temen lo que puedan manifestar a los medios de comunicación inmediatamente son liberados. Sumado a estas vivencias, la responsabilidad que los liberados puedan achacar a sus instituciones por el abandono hacia ellos en la selva por tantos años y separados de sus familias, por permitir fuesen capturados, por no atender a sus familias durante sus ausencias involuntarias y por un cúmulo de situaciones que durante tantos años de cautiverio pudieron sentir, los altos mandos temen que sus palabras ante los micrófonos y las cámaras puedan deteriorar la imagen de las instituciones que representan y fortalecer con ello a la guerrilla.
De ahí que una vez son liberados y llegan los helicópteros, sus superiores sólo permitan el saludo de sus familiares y de manera inmediata los dirijan para hablar con ellos a solas a un espacio diseñado para tal fin, esto antes de presentarlos a los medios de comunicación.
Hemos visto reacciones diversas de los liberados ante los medios. En el caso del soldado profesional Josué Daniel Calvo, cuando el ejército lo presentó ante los medios inmediatamente liberado, ya lo habían uniformado y realizado el corte de pelo. Con ese gesto enviaban una clara señal de que pese al tiempo transcurrido desde la privación de su libertad, el soldado Calvo seguía firme y fiel a su institución. Suponemos que por instrucciones precisas de sus superiores, el soldado Calvo se negó a dar declaraciones a los medios.
En contraste, el Cabo Moncayo, quien llevaba once años en la selva privado de su libertad, y quien ya en una prueba de supervivencia hacía exigencias al gobierno nacional mostrando su inconformidad por no acceder a una salida negociada al conflicto, la guerrilla lo envió uniformado, ahorrándole con ello el trabajo que el ejército se tomó con el soldado Calvo; de manera prudente pero más amplia atendió a los medios de comunicación y obvió entre sus agradecimientos incluir al Presidente Uribe por su liberación.
Por ello fue catalogado incluso de guerrillero, de sufrir el Síndrome de Estocolmo, de desleal con la institución y con el país y hasta de loco; pero tuvo el valor de esbozar lo que sentía sin permitirle a sus superiores influenciaran en su discurso, sin temor a represalias por la firme convicción de pedir la baja de la institución.
Pero la situación de Moncayo fue muy diferente, su padre y su hermana desde hacía varios años habían emprendido caminatas por el mundo entero por su liberación. Él tenía conocimiento de cuál había sido la actitud del gobierno sobre la prevalencia de los rescates militares frente a las liberaciones que no ponían en riesgo su vida y la de sus compañeros, así como haber vivido más que Calvo diferentes combates por muchos años.
Tanto oficiales como suboficiales del ejército y de la policía liberados son apartados y adoctrinados sobre lo que les es permitido y lo que no les es permitido decir; además, sobre el lugar donde podrán ampliarse y contar ya experiencias vividas en cautiverio.
Coincide que inmediatamente liberados son parcos, explícitos y retraídos, contestando con monosílabos o llanamente negándose a contestar; en antítesis de lo que ocurre una vez son presentados por el gobierno con el señor presidente a bordo, quien les permite explayarse y hasta bromas hacen.
Esto se debe no sólo al temor de los superiores y del gobierno a la sinceridad que pueda brotar de manera espontánea y natural en un momento tan emotivo por parte de los liberados y que podría desdibujar la imagen de las instituciones, sino también al temor por parte de los liberados de incumplir la disciplina castrense y sobre todo al protagonismo mediático que el gobierno no está dispuesto a ceder a quienes han intervenido y logrado las liberaciones.
Pese a los tantos obstáculos que el gobierno pone para que las liberaciones resulten, y pese al incumplimiento en varios casos a lo acordado y establecido en los protocolos de seguridad, pretende mantener y demostrar su poder preservando e imponiendo un protagonismo muchas veces no merecido ni ganado.
Es entonces cuando los dirigen al Palacio de Nariño y en rueda de prensa e incluso en transmisiones nacionales, los presentan impecablemente vestidos, con una notoria fuerza marcial en su semblante y apariencia y el señor Presidente, quien no asistió a sus liberaciones, se encarga de presentarlos a los medios, de hacerles preguntas y ellos de agradecer al gobierno, a sus superiores y a sus instituciones por ser nuevamente seres libres dispuestos a reintegrarse a la sociedad y a ejercer nuevamente sus funciones.
Permitir a los liberados que hagan esto inmediatamente son liberados representaría ceder el protagonismo a quienes lograron su liberación, y el gobierno, en un afán demagogo no estuvo nunca dispuesto ni a ver estas liberaciones como un motivo o acto de unidad nacional, ni a ceder el protagonismo que creía debía adjudicársele de manera exclusiva.
Esto hace parte del show donde unos trabajan infatigablemente para que otros se lleven los laureles del triunfo y los reconocimientos, pero que deja el sabor dulce del deber cumplido y la tranquilidad de haber podido entregar al país a un compatriota sano y salvo, pero también de poder regresar al seno de sus familias a seres humanos que antes de verse solamente como miembros o instrumentos de la fuerza pública, son hijos, padres, esposos, hermanos y amigos.
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