Si analizamos por qué en el reciente caso de los mineros chilenos no hubo tantos medios de comunicación en comparación al despliegue informático que se origina en Colombia tras las liberaciones de los secuestrados, podemos interpretar, que pese a que las situaciones son similares, se trata de dos países completamente diferentes en la forma como infiere el gobierno en los mismos.
Muy por encima de la responsabilidad que tenía la multinacional que explota la mina donde quedaron atrapados treinta y tres mineros chilenos, el Estado de Chile, en cabeza de su Presidente Piñera y del pueblo mismo se empoderaron de la situación y se decidieron a resolverla como cosa propia, a como diera lugar, sin demagogia, convencidos plenamente de que ese era su deber, sin buscar protagonismo escénico pero sí haciendo presencia.
El pueblo chileno confió en su presidente, y él demostró su marcado interés de servir a su pueblo. Si hubo polarizaciones o diferencias entre los intervinientes no se supo, porque fue el infortunio lo que unió al pueblo chileno y no las alegrías como suele ocurrir.
Ante éste panorama, entendemos que para los medios de comunicación se trataba de una noticia donde un país unido luchaba para salvar la vida de unos nacionales, y la presencia permanente del mandatario reflejaba que se trataba de una acción de Estado. Esto en cualquier país civilizado es normal que suceda y si algún estado del mundo había olvidado que la unión hace la fuerza, Chile se encargó de recordárnoslo y de demostrárnoslo.
Motivos había entonces para que la cobertura y despliegue internacional fuese inusitado, desmedido; pero éste tipo de noticias suelen no resultar tan atractivas como las que generan pasiones desmedidas en los televidentes. Aunque cabe resaltar que a nivel general, el cubrimiento que en Chile hicieron los medios colombianos durante dos largos meses fue muy superior, más constante e intenso que la que realizan en situaciones similares y que a diario ocurren en Colombia. Pareciese que más nos interesasen las noticias de los demás que las propias, así como la suerte de los extranjeros que la de los mismos nacionales; pero debemos recalcar que cuando esto ocurre aquí jamás un presidente ha hecho acto de presencia siquiera, y en muchos casos ni siquiera el alcalde del municipio.
Caso contrario ocurre cuando se han logrado liberaciones unilaterales de secuestrados por parte de la guerrilla en Colombia. De todas partes del mundo, desde varios días antes arriban corresponsales de medios de comunicación del mundo entero. Entendemos que esto se debe a tres factores fundamentales.
1. Las liberaciones unilaterales de secuestrados no son logradas por el gobierno sino por la señora Piedad Córdoba, luchadora infatigable por la paz de Colombia, y eso es ya una noticia en sí.
2. Se trata de la liberación de personas que han sido privadas de su libertad por muchos años, algunos incluso por más de una década y por parte de grupos armados ilegales identificados.
3. En la mayoría de los casos el gobierno cedió a las mismas sólo por tratarse de un clamor popular, más no por convicción o porque se tratase de políticas de gobierno, muy por el contrario, éstas liberaciones iban en contra de las verdaderas intenciones e intereses del gobierno y no acceder a ellas podría conllevar a sacrificios políticos.
Toda liberación unilateral reviste un proceso y formalidades que deben ser cumplidas en un tiempo y en un espacio, a diferencia de lo acontecido en Chile, donde la noticia se presentó de forma subrepticia. Por situaciones irregulares que se han presentado en anteriores liberaciones por parte de las autoridades, la guerrilla es cada vez más firme en estas formalidades.
Para que las liberaciones se den, se hace necesario primero que la guerrilla acepte hacerlas por medio de quien las ha gestionado, quien a su vez se convierte entonces en el interlocutor entre guerrilla y gobierno. El resultado de ello es ya una primera noticia.
Prosigue la intervención del gestor e interlocutor ante el gobierno nacional para que acepte se den esas liberaciones; y ya esto genera una nueva noticia. Posteriormente, toda liberación unilateral tiene unas condiciones o formalismos que deben ser avaladas y aceptadas por el gobierno nacional, que es lo que conocemos como “protocolo de seguridad”, donde algunos de los puntos son negociables, por lo que para definirse, debe fluir una comunicación entre las partes por medio de su interlocutora en el proceso de negociación, donde interviene además, la Cruz Roja. Una vez definido el protocolo de seguridad, surge una nueva noticia.
Plasmado en un papel el protocolo de seguridad, debe ser enviado a la guerrilla para que lo conozca ya de manera formal y lo apruebe. Una vez aprobado, la guerrilla define la fecha, el lugar, la hora y las coordenadas exactas. Entre tanto, ha acontecido que gobiernos de otros países han decidido apoyar estas misiones humanitarias y es el gobierno nacional quien les pide cuándo deben acudir y a dónde, pero no antes de que el protocolo sea aprobado por la guerrilla, tal y como ocurrió en las últimas liberaciones.
Pero en medio de todo esto, hay noticia, porque los medios, al igual que el gobierno mismo, intentan a toda costa descubrir la forma como la interlocutora se comunica y envía la información al grupo armado, sin contemplar el riesgo que esto implica para poder concretar y llevar a buen término la labor humanitaria, sino que también pone en riesgo a quienes intervienen en dicho proceso.
Sin embargo, pese a que toda labor humanitaria, al igual que la que se dio en Chile con los mineros, tiene un trasfondo, una razón de ser o naturaleza exclusivamente orientada a la defensa a la vida por medio de la solidaridad; las liberaciones unilaterales en Colombia tienen una connotación mayor y tergiversada, producto de la polarización que vive el país.
Cuando la única persona que se ha propuesto lograr la paz en Colombia y que interviene para que estas liberaciones se den ha sido tildada de terrorista por el mismo gobierno, apoyado por algunos medios de comunicación inescrupulosos, cuando en un país no se respeta la libertad de expresión, de pensar y de sentir diferente, cuando la oposición o todo lo que el gobierno sienta como amenaza para el logro de fines poco legítimos y legales ha sido tildado de terroristas o de guerrilleros; y si una de esas personas señaladas injustamente por el gobierno es la facilitadora para que personas regresen a la libertad y al seno de sus hogares, eso es, indudablemente, noticia para el mundo entero.
Siendo deber del Estado velar por la vida y libertades de sus nacionales, el hecho de que sean ellos privados de su libertad por parte de grupos armados ilegales ya indica la ineptitud del gobierno, quien se ha negado a la búsqueda definitiva de la tan anhelada paz en Colombia de manera pacífica y concertada, sino que ha insistido en seguir con la guerra, máxime cuando ésta representaba la bandera política del gobierno anterior que podría justificar su permanencia en el poder. De ahí la negación no sólo a una salida pacífica al conflicto armado, sino que además presentasen obstáculos de manera sistemática ante cada liberación, como si no las deseasen, como si los demás colombianos no importasen.
Sintiendo entonces el gobierno que sus funciones son usurpadas por alguien que para colmo de males logra de forma pacífica y sin condición alguna lo que él no ha podido lograr por medio de la onerosa guerra no, actúa de ésta forma y defiende su posición obstaculizando la labor humanitaria, al punto de interferir de tal forma que en ocasiones han podido ser canceladas por ello.
El gobierno del señor Uribe buscó preservar su protagonismo por medio de la imposición y presencia de las instituciones armadas del país y delegando al Comisionado de Paz ante cada liberación, pero no haciendo presencia a ellas el señor Presidente, cuando se ha tratado de labores humanitarias que deberían unir al país entero, a diferencia de lo que sí le demostró al mundo entero el Presidente Piñero en Chile. Y jamás asistió porque haberlo hecho hubiese significado demostrar un trabajo armónico y compartir una felicidad conjuntamente con quien él se encargó de estigmatizar como terrorista, por lo que debía primar el “estado de opinión” que tanto esfuerzo, costos y tiempo le había llevado configurar ante el fortalecimiento del estado de Derecho que implica la unión de todos los colombianos y colombianas.
Por toda ésta situación podemos explicar por qué para los medios de comunicación ha resultado más importante hacer cubrimiento y despliegue a las liberaciones en Colombia que al drama que vivieron los mineros chilenos y que gracias a la oportuna, decidida, precisa y constante intervención del Estado Chileno lograron superar. En las liberaciones cada paso puede ser una noticia y hay que estar ahí para cubrirla porque podría resolverse de manera impredecible, a diferencia del rescate de los mineros chilenos, donde sólo había que esperar se diseñase el medio para subirlos desde las profundidades de la tierra. En las liberaciones cada palabra, cada gesto, cada minuto que transcurre puede generar una noticia y definitivamente, porque la confrontación vende mucho más que la unidad de todo un pueblo.
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